Es necesario reflexionar sobre cómo entendemos la informalidad y abstraernos del juicio de valor negativo con el que la asociamos para poder ver las múltiples posibilidades que esta implica en el desarrollo de nuestra sociedad.
Por Juan David Cuesta Velásquez
¿Por qué asociamos la informalidad con elementos negativos como la ilegalidad o la pobreza? Nos han enseñado que esta tiene solo implicaciones negativas en la configuración de la sociedad y, en gran medida, esas miradas negativas vienen en discursos cotidianos que consumimos de los medios de comunicación.
Bien es cierto que la informalidad tiene inherentes relaciones con lo económico, lo social y lo político e históricamente ha estado puesta bajo la lupa como un fenómeno a mitigar; como enemiga del desarrollo económico y social; pero, ¿qué pasaría si la observáramos desde otras perspectivas menos deslegitimadoras?
Los investigadores Giordano Alvarado y Valery Medina de la Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO y y el Proyecto 7: Laboratorio Social de Alianza EFI proponen un cambio de mirada frente al análisis de discursos deslegitimadores que ofrecen los medios de comunicación escritos en el país ante la informalidad. En el documento “Formas del sentir en medios periodísticos, una mirada al discurso de la informalidad” los académicos revisaron alrededor de 129 artículos periodísticos de medios de comunicación escritos como los diarios El Espectador, El Tiempo, Portafolio y la Revista Semana buscando analizar su posición frente a la informalidad y el impacto de esta posición entre sus lectores y sus construcciones imaginarias sobre el fenómeno. Dicho análisis giró en torno a las emociones que buscan evocar los contenidos periodísticos sobre la informalidad en sus lectores.
En su exploración, Alvarado y Medina abordan como eje la emocionalidad de los consumidores de estos medios impactada y permeada por las emocionas que, intencionalmente, evocan los discursos mediáticos construyendo así una perspectiva negativa generalizada sobre la informalidad en asociación a actividades ilegales, a la generación de pobreza y de condiciones que distan de la dignidad en ámbitos como el trabajo y la vivienda.
De esta revisión, surge entonces preguntar si es necesariamente negativa la informalidad, ¿será que no puede tener otras miradas?
Hacia otras miradas de la informalidad…
En Colombia, durante el segundo trimestre del 2022 la informalidad laboral, por ejemplo, se ubica sobre el 43,5% según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE. En sus informes, la entidad destaca el decrecimiento y mitigación de esta como logros a alcanzar para el fortalecimiento del desarrollo económico y social del país. Sin embargo, no podemos ser ajenos a la fuerte tendencia de las actividades informales como motores de desarrollo económico para el sustento en diferentes sectores de la ciudadanía; sobre todo en aquellos que se encuentran por diversas condiciones fuera del mercado laboral.
De igual forma, podríamos abordar el impacto que han tenido otros fenómenos como la migración en la consolidación acelerada de asentamientos o barrios de forma informal también vistos de forma negativa desde el urbanismo y el desarrollo económico. A esto podemos sumarle incluso la generación de actividades asociadas a la informalidad como el reciclaje por subsistencia, o las actividades comerciales en el espacio público como las ventas ambulantes o estacionarias en parques y plazas que van concadenando así una discursiva negativa desde los medios.
Pero, detengámonos un momento y pongámonos en la posición de quienes lo hacen o, en muchas situaciones, están obligados a hacerlo; ¿para ellos será tan mala la informalidad? ¿será tan indigna? ¿será tan negativa en su economía?
Reflexionemos sobre lo que sentimos y percibimos como informalidad, ¿lo malo de la informalidad está en dónde? ¿en todo el grupo de actividades que componen sus definiciones ante los organismos internacionales o, por ejemplo, en el tratamiento que se le da desde las políticas públicas?
Si cambiara el discurso negativo sobre la informalidad sería posible pensar más allá, pensar en las oportunidades que pueden tener distintas actividades informales para potencializar el desarrollo y dignificación de las condiciones de vida de quienes deben por distintas circunstancias recurrir a ellas.
Podríamos pensar entonces que, si medios como El Tiempo, El Espectador, Portafolio y Semana no tuvieran titulares como “Las caras del desempleo en Colombia, son algunos de los rostros de la difícil situación del empleo en el país”; “Los conflictos del Código de Policía con la informalidad en el país”, “Los recicladores informales se exponen a sustancias cancerígenas como el mercurio, el plomo y el cadmio”, “Vivienda informal sigue siendo la solución para los más pobres” hablaríamos de, por ejemplo, espacios de formación y tecnificación de actividades comerciales para la dignificación de condiciones laborales; o quizás de fomentar la inversión en la ruralidad para las actividades agrícolas no industrializadas y de sustento campesino informal; o de las cifras reales que aportan al PIB las actividades económicas informales sin deslegitimar su legalidad como moteres del desarrollo socioeconómico en los sectores sociales donde son más marcadas las brechas de acceso al mercado laboral.
El presente artículo no pretende deslegitimar las definiciones que han constituido el concepto de informalidad, pero, por supuesto pretende ampliar la visión sobre esta legitimando que esta es en sí misma la realidad que gran parte de la sociedad atraviesa en múltiples niveles pero que, de igual forma, todos como sociedad nos servimos de esta, entonces, ¿por qué no dignificarla?, ¿por qué no asumirla como una realidad transformable en dignidad laboral, de vivienda, de vida?
Sobre Alianza EFI
Este artículo hace parte del equipo de comunicación y divulgación científica del proyecto ‘Inclusión productiva y social: programas y políticas para la promoción de una economía formal – Alianza EFI’, el cual busca diagnosticar, examinar e intervenir factores y barreras que afectan la inclusión social y productiva de los agentes económicos.
Las instituciones y organizaciones que hacen parte de la Alianza EFI son: Universidad del Rosario, Universidad de Antioquia, Universidad del Valle, Universidad del Quindío, Universidad Autónoma Latinoamericana, Corporación Universitaria Minuto de Dios UNIMINUTO, Universidad de Ibagué, University of Oxford, Universitá Degli Studi Di Milano-Bicocca, Paris School of Economics, University of Pennsylvania, University of Illinois at Chicago, Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, Asocajas, Asobancaria, Camacol, Fundación Avina, Fundación Capital y la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca ASOM.
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